Constantemente debemos tomar desiciones en nuestra vida, desde desiciones no
tan relevantes como por ejemplo si desayunamos té o leche, con que nos vamos a
vestir, que película vamos a ver, de que hablaremos hoy con nuestro amigos,
etc. Como también desiciones importantes como una inversión, un trabajo, una
hipoteca, la primera escuela para nuestros hijos, etc. Y como la probabilidad
ante algo desconocido siempre es de un 50 y 50, pues acostumbramos a considerar
que siempre necesitaremos un plan B ante cualquier circunstancia que se
presente.
El problema se presenta cuando este plan B se hace tan cotidiano, que
finalmente pasa a ser un A. Solo pensemos un momento, cuando planificamos
alguna cosa, cualquiera que esta sea, inconcientemente estamos pensando también
en "el peor de los casos", es decir, cual sería la otra opción si mi plan no resulta. Como la ley de Murphy, creo también que
todas las previsiones que tengamos en cuenta para el éxito de nuestro plan es
perfecto, lo que nos perjudica a veces es la idea de que si lo que planeamos no nos
resulta, terminaremos haremos otra (que sería nuestro plan B) que por lo general es menos
beneficiosa y no cumple lo que realmente deseábamos en nuestro interior.
Por ejemplo, una persona desea un trabajo, uno muy particular. Cada vez que
esta persona se visualiza a si mismo en ese trabajo se siente realizado completamente, es
lo que quiere y piensa que ahí encontrará su estado de felicidad en cuanto a lo
laboral se refiere. Pongámosle un nombre, hablemos de Juan. Juan tiene un buen
trabajo, no le va mal, es jefe en una tienda de ropa, pero su sueño es trabajar
en una empresa de aceros, que por lo demas es muy diferente a su ocupación actual. Entonces Juan envía sus antecedentes a algunas
empresas del rubro, pero como no resulta nada en primera instancia decide ir a
trabajar en una empresa de un rubro similar, no como lo había soñado, pero era
su plan B. Finalmente pasa varios años de su vida cambiándose a similares
empresas antes de intentar nuevamente cumplir el deseo de trabajar en aquella fábrica de aceros. Ahora bien, ¿era necesario pasar por tantos lugares antes de alcanzar
lo que realmente deseaba? ¿No habría sido mejor no perder de vista su objetivo
hasta lograrlo sin tener que moverse ni desgastarse tanto?
El plan B es, en sencillas palabras una excusa para ocultar lo que nuestro
mismo inconciente nos dice al proponernos una meta, y es que "es probable
que fracasemos". Darse cuenta de esto no tiene nada de malo, todos tenemos
temores, especialmente al fracaso, lo importante es reconocerlo y aclarar
nuestras ideas, saber cual es nuestro plan y seguir hasta el final. Recuerde que
para esto el tiempo no existe, lo único importante y real es el ahora, depende
de como viva el ahora será como vendrá lo futuro. Hace tiempo leí una historia
en un libro de Napoleón Hill llamado "Piense y hágase rico" (Think and Grow Rich), en el
cual nos relata como deberíamos hacer al momento de proponernos una meta:
"Quemad las naves...
Hace mucho tiempo, un gran guerrero afrontó una situación que requería de
él una desición que garantizara su éxito en el campo de batalla. Iba a enviar
sus tropas contra un enemigo poderoso cuyos hombres superaban a los suyos en
número. Embarcó a sus soldados, navegó hacia el país enemigo, desembarcó
soldados y equipos, y dio la orden de quemar las naves que los habían llevado
hasta allí. Al dirigirse a sus hombres antes de la primera batalla,
dijo: Ved como los barcos se convierten en humo. ¡Esto significa que
no podremos dejar estas playas vivos a menos que ganemos! ¡Ahora no tenemos
opción, venceremos o moriremos!"
Y vencieron...
La idea de tener éxito en cualquier cosa que deseemos es estar dispuesto a
quemar sus naves y eliminando toda probabilidad de dar marcha atrás. Nuestro
deseo de alcanzar el éxito debe ser mucho más fuerte que lo sobrecogedor que
pueda ser el fracaso.
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